jueves, 4 de septiembre de 2008


(I)
La duda desconoce.
La duda desconfía y se revuelve
entre las arenas movedizas de tus miedos.
La duda tiene manos.
La duda, que es paciente, te estrangula.
La duda, que se arrastra, silba y silba.
La duda deja marcas en tu cuerpo.
La duda te hipnotiza y obsesiona.
La duda te seduce y te desprecia.
El otoño amanece con tus dudas
y me arrastra a tu abismo de desorden.


(VII)
No siempre toca esperar
en las historias de amor;
anhelar unos gestos
que no son propios de ti;
anhelar unos gestos
que no son propios de mí.
No siempre hay que guardar silencio.
A veces busco tus labios
en mi miedo;
a veces, supongo,
también los buscas tú.
Cuesta a veces decir
que se ama,
y que se miente por amor.
A veces cuesta también
disfrazar los sentimientos.

(XX)
Cuando el miedo te puebla
y es algo más profundo
y más propio de ti
que tu peso y tu altura,
que el color de tus ojos
-sesenta kilos de miedo,
un metro sesenta de miedo,
los ojos de color miedo-,
lo difícil es no dudar.